jueves, 19 de septiembre de 2013

DÍAS DE AGONÍA

Había de suponerse que algo no andaba bien. Era un amanecer muy distinto a otros días. El cielo gris estuvo acompañado por una masa nebulosa que envolvía techos y paredes, no había cánticos de pájaros, sólo el silencio abrumador era lo único que no fenecía.  

A mis cortos 13 años de edad, no me explicaba porque mucha gente se mostraba sin ánimos de ser sociable; deduce simplemente, que quizás, sea por algunos problemas cotidianos que siempre suelen sucederle a cualquiera.

-¡Eh! ¡Usted el de la fila última, pase al frente y explique lo que hasta el momento hemos estado haciendo en clase! Exhortó el profesor de ciencia, mientras estaba en un estado pensativo. Sin mirar a nadie, levanté la mirada al profesor y, en el preciso instante que mi memoria recapitulaba lo aprendido en clases anteriores, sonó la maldita campana. Todos salieron despavoridos y yo no era la excepción. A la salida, me fui con algunos amigos para encontrar una respuesta a esa duda que me tenía cautivo. Sin embargo, muchos de ellos sólo evadían la pregunta y mostraban la ignorancia a lo que yo quería saber.

-¡Danny relájate, ya pareces un psicólogo tratando de explicar lo que tiene la gente!, dijo un compañero del colegio.
-¡Esa es! Al fin una respuesta clara a mi intriga. Sin pensarlo bien, era eso, estudiar la mente de las personas para encontrar la respuesta. Cuando llegué a casa no había nadie dentro, sólo encontré algunas frutas y noté un poco de desorden. Papeles, documentos y algunos afiches estaban tirados encima de los muebles, ¿qué estaba sucediendo?, me pregunté de inmediato.

Fui hasta la tienda de mi tía para comprar algún alimento, cuando observé a mucha gente amontonada en los puestos de periódico. Todos leían muy serios y detenidamente. Me acerqué hacia el objetivo para comprobar que era lo que leían, cuando todos los titulares reflejaban la misma noticia.

-¡Habrá crisis económica!, ¡Subirán los precios en el mercado!, ¡Crisis afectará los bolsillos de los peruanos!, no había marcha atrás, la crisis había llegado en un abrir y cerrar de ojos. Estaba claro que esa era la desazón y mi angustia por saber que mucha gente que conocí, no era la misma de antes; me puse a pensar sobre lo que pasaría de aquellas personas que son de bajos recursos económicos y que viven con sueldos mínimos.    

Ese día, me había pasado toda la noche pensando en las consecuencias que traería esta crisis. Mi madre por su lado, no se había enterado de la noticia hasta que explotó de asombro y, por un momento enmudeció, hasta decir la palabra: ¡Dios mío, ojalá que nos alcance el dinero para comer!, bueno por más que mi estómago emita ruidos, me había jurado yo mismo a que no comiera mucho, con tal de hacer un esfuerzo para ahorrar dinero.

Al día siguiente, me desperté por el sonido del televisor. Miré a mis padres sentados muy atentos a la noticia, de momento a otro, se notaban muy impacientes a las declaraciones del ministro de economía, Luis Miguel Castilla, quien en una conferencia de prensa, sólo corroboraba la triste noticia del advenimiento de una crisis económica.

Tuve que ir a la escuela, y en cada avenida, la gente discutía a más no poder de la noticia, otros preferían ocultar su situación. Ya  en clase, el profesor sólo hizo un paréntesis para explicar en breves minutos, lo que ocurriría con esta crisis. Sin embargo, no me había percatado que seis de mis compañeros de clase no habían venido a estudiar, no por razones de flojera o porque no les guste el estudio, sino por falta de dinero, sus padres lo sacaron del colegio hasta que todo vuelva a la normalidad.


La situación era alarmante, muchas tiendas cerraron, y la vida de las personas cambió por completo. Por un tiempo, estuve en cama cuatro días, debido a fuertes dolores estomacales que yo mismo las ocasioné. Los perros de las calles amanecían muertos, y algunos de ellos sobreviviendo al insoportable invierno. Era un año muy diferente a otros días comunes, ya nadie podía darse el lujo de comer a su antojo, vivíamos en una lucha constante de subsistencia, puesto que ninguna autoridad se interesó por las comunidades. No existían ayudas sociales, la gente moría de hambre y como siempre el cielo gris otra vez se desvanecía. 

Por: Jhorddy Salinas Carrasco

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