Había
una vez una hermosa familia, donde reinaba el amor y la ternura, todo era
felicidad porque tenían una linda niña de casi dos años, llamada Bayoleth, era
una pequeña tierna y dulce, que con su sonrisa alegraba y daba calor a su
hogar.
Sus
padres estaban muy contentos de tenerla consigo, y día a día vivían para
consentirla y mimarla. Bayoleth era muy feliz al lado de sus progenitores.
Un
día la madre recibió una mala noticia, un familiar se encontraba delicado de
salud y ella tenía que ir a verlo al hospital, tomó a su niña y se dirigió al
nosocomio lo más rápido posible.
Cuando
llegó al hospital, una mujer se le acercó y empezó a preguntarle por su hijita,
la acariciaba y aparentaba ser muy amable con ella y la niña, lo que la madre no imaginaba era lo que
pasaría unas horas después.
Llegó
la hora de visita y la madre de Bayoleth tenía que entrar a ver a su familiar,
pero existía un gran problema, la nena no podía ingresar con ella, y la madre
no se le ocurrió mejor idea que dejar encargada a su niña nada más que a una
desconocida, aquella amable mujer que había sido muy atenta con ambas.
Luego
de unos minutos, la madre salió para recoger a su hija, pero terrible fue su
sorpresa al no encontrarla por ningún lado, aquella mujer había desaparecido
con su hija en brazos, y ella no sabía dónde buscarla ni mucho menos como encontrarla.
La
desesperación se apoderó de ella, preguntó a todos si habían visto a su pequeña
Bayoleth, pero nadie daba razón por la niña.
La
búsqueda era intensa, la madre estaba desconsolada, se sentía culpable por
haber sido tan confiada y dejar a su hija a merced de cualquier extraño. El
padre se enteró y sólo pedía a Dios que le devuelva a la niña de sus ojos sana
y salva.
Ambos
acudieron a la Policía, estaban atormentados por la pena, sólo querían volver a
ver a su querida Bayoleth, la prensa se enteró de los hechos y quiso ayudar, en
todos los noticieros se anunciaba la búsqueda de la pequeña niña que había sido
raptada a pocos días de cumplir dos años de edad.
Una
semana había pasado y no había ni una sola pista sobre el paradero de Bayoleth,
la policía ofreció una gran recompensa a los que encontraran o colaboren para
la aparición de la pequeña.
Así
pasaron los días entre angustias y llantos, entre penas y tristezas por no
saber si su adorada princesa volvería, ellos nunca perdieron la fe, y rogaban a
Dios para que esa mala mujer se apiade de su dolor y devuelva a la menor.
Catorce
días transcurrieron cuando de pronto una llamada les devolvió la alegría, su
niña había sido hallada, muy lejos de donde por última vez su madre la vio,
estaba bien, no tenía ni un solo rasguño.
Una
mujer la había encontrado solita sentada en una vereda comiendo caramelos, al
verla tan inofensiva y desamparada la mujer se compadeció y lo primero que hizo
fue llamar a la policía, quién rápidamente informó la buena nueva a los
acongojados padres.
Las
horas se hacían largas, los padres ya querían tener en brazos a su hija, y
fueron corriendo a su encuentro, el
momento llegó todo fue muy emotivo, esta vez las lágrimas no eran de tristeza y
desconsuelo, sino que eran de algarabía y felicidad.
Los
besos, arrumacos y abrazos no se hicieron esperar, la pesadilla había terminado, pensaron los
padres, quienes llenos de alegría agradecían a Dios por la nueva oportunidad de
tener nuevamente consigo a su hija.
La
familia estaba reunida otra vez, ya no faltaba nadie, y de hoy en adelante no
hay más que tener sumo cuidado con los pequeños de la casa, en un solo minuto pueden pasar muchas cosas,
incluso perder un niño; esta familia tuvo mucha suerte porque la pequeña
apareció para dicha de todos pero pudo no ser así.
Por: Fiorella Martínez Huamaní
No hay comentarios:
Publicar un comentario