En un pequeño pueblo de Puno vivía Dieguito, un niño muy amoroso con sus
padres, buen estudiante en el colegio y con muchas ganas de ser un gran
profesional y así servir a su país. Un día su padre lo descubrió resolviendo
operaciones de matemáticas muy complejas, entre algebra, aritmética, y física
tanto que no podía creer lo que veía sus ojos.
Ese día, el padre, con el corazón latiendo a mil por segundo, abrazó a
Dieguito y le pidió que le contara como aprendió todo lo que hacía, el niño con
su timidez y entre risas dijo que todo era fácil cuando terminaba de escuchar
las clases de matemáticas que recibía en su colegio, que su profesor le ayudaba
haciéndole practicar en clases, por eso Dieguito empezó a estudiar dos turnos:
Mañana y tarde.
-“Cuando no hay profesores leo libros”- Dijo Dieguito muy contento a su
padre.
Los meses pasaron y el niño fue mejorando sus técnicas en matemática,
con la exigencia de su profesor Eduardo y el apoyo de sus padres. Cierto día se
realizó un concurso internacional de matemática en Puno.
El concurso consistía en obtener el mayor puntaje para llevarse una
medalla de oro y representar a su colegio a nivel nacional. Es así como
Dieguito emocionado cogió lápiz, papel y borrador para desarrollar su examen
con 50 operaciones de matemática. Pasó una hora y Dieguito tranquilamente
resolvía uno a uno sus ejercicios.
Al terminar, Dieguito dijo –Creo que me equivoqué- mirando a su padre
quien solo respondió: -¡Ten fe hijo, si te has preparado mucho para este examen
todo te irá bien!
Las horas se hacían eternas para el jurado calificador porque eran más
de 50 colegios del Perú que luchaban por la misma medalla y el reconocimiento.
-¡Ya es hora Dieguito!- dijo el profesor Eduardo para recibir la noticia
del concurso. Y el ganador es…
En esta ocasión, Dieguito solo obtuvo la medalla de bronce, pero
prometió seguir esforzándose para alcanzar sus sueños. Su profesor al escuchar
el entusiasmo del niño, lo motivó a realizar un viaje hacia la ciudad de Lima,
para postular a la mejor universidad decana de América “San Marcos”.
-Las inscripciones serán en Septiembre, aun queda cuatro meses para
seguir practicando- dijo El profesor al niño. – ¿Se animan?- Volvió a preguntar
a los padres de Dieguito.
La primavera llegó y con ella, la esperanza de alcanzar los sueños.
Dieguito una vez más cogió su lápiz negro 2B, borrador, DNI y carné de
postulante. Con la bendición de su madre y la compañía de su padre hasta la
puerta de la universidad San Marcos, se despide por unas tres horas para
iniciar su examen de postulación.
Al ingresar al salón de clases, ver a más de 40 jóvenes, algunos vomitando,
y otros mordiendo el borrador del lápiz, impresionó mucho a Dieguito que con
tanta seguridad desarrolló su examen detenidamente y sin nerviosismo. Entre M y
N, Dieguito recordaba las fórmulas de geometría que le enseño su profesor
mientras estudiaba en Puno.
Cuando estaba a punto de entregar su examen recordó que le faltaba
desarrollar las preguntas de psicología y de historia, entonces apresurado leyó
dos veces cada pregunta, marcó las respuestas y se retiró. Pasaron tres horas y
todo había terminado.
Al atardecer, su profesor fue el primero en dar la noticia: “El
estudiante puneño Diego Romaní, de 12 años, logró ingresar a la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos al conseguir 913.4250 puntos en el examen de admisión”,
exclamó emocionado el profesor y continuó – ¡Superando a más de cuatro mil
postulantes!, ¡Felicidades Dieguito lo haz logrado!
Dieguito con muchas lágrimas en el rostro abrazó a sus padres y una
sonrisa de agradecimiento a su profesor dijo: ¡Seré el mejor de mi clase!
Por: Jackeline Aguilar Rojas
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