Tenía 9 años cuando falleció
mi padre, vi a mi madre llorar desconsoladamente por primera vez, pero en mi
inocencia creí que algún día volvería a verlo, abrazarlo y decirle cuanto lo
amo y así pasaron dos meses.
Mi madre aún con la tristeza
en sus ojos notó que yo andaba muy mal en el colegio, no prestaba atención a
las clases y las matemáticas se complicaron más y más en mi mundo.
En el colegio, las clases se
hacían muy pesadas, mi profesor era muy amable conmigo, me ayudaba con las matemáticas,
pero cuando había prácticas todo parecía borrarse de mi mente. Me recordaba que
si no le ponía más empeño desaprobaría el curso y sé que si mi papa estuviera
vivo, eso le enojaría mucho.
Me enteré que mi profesor había
conversado con mi mamá y al llegar a casa la vi preocupada, recuerdo muy bien
sus palabras, mi mamá tenía deudas en el banco, deudas en el colegio, el dinero
para la comida se acababa y entonces me dijo que necesitaba conseguir un
trabajo. Entendí que tenía que poner todo de mi parte para que mi mamá se
sienta orgullosa de mí.
Todos los viernes llevaba clases
particulares de matemáticas, era el mismo profesor que me enseñaba en el
colegio, supe que todo era solo para ayudarme por eso no cobraría nada y a las
cinco de la tarde yo tendría que ir a casa de la señora Carmelita -amiga de mi
mamá- hasta que mi mamá regrese del trabajo.
Ese mismo día mi profesor se
hizo muy amigo de mi, me hacía muchas preguntas y sentí a mi papá de regreso, él
me abrazaba, jugaba y a veces hasta me contaba muchos cuentos. Parece que no le
gustaba vivir solito porque siempre me hablaba de una mujer a la que el amaba
tanto.
Cierto día sentí que me dolía
la espalda, estaba por horas sentada haciendo una práctica, y el profesor al
darse cuenta, se acercó, me cogió de la nuca y metió sus manos heladas debajo
de mi blusa, el dijo que me haría unos masajes para seguir con el estudio. Me sentí
muy rara, Nunca antes me había tocado la espalda unas manos que no fueran las
de mi mamá cuando me bañaba o cuando me vestía para ir al colegio.
Justo después me llevó a un
cuarto, me asusté, solo quería irme, pero neciamente me jaloneó, me arrastró,
me cargó, me aventó en una cama y vi como se desabrochaba su pantalón, le dije
que no se acercara a mí -en ese momento solo quería estar con mi mamá- me escondí
debajo de la cama, grité, pero era más fuerte que yo, no sabía cómo escapar,
grite muchas veces, le mordí el brazo, me abofeteó, cogió la correa y sentí como
la hebilla del cinturón marcaba mis extremidades. Ya no tenía fuerza, para
defenderme, me levantó la falda. Y sucedió, mi profesor me había hecho daño.
Lloré y atemorizada, esperé hasta que la señora Carmelita me recogiera, siempre
llegaba minutos antes de las cinco pero esta vez se había demorado, y creo que
ese hombre malo lo sabía.
Cuando llegué a mi casa, mi
mamá me sirvió la cena, me abrazó y yo tuve que fingir, hubiera sido mejor que
le cuente lo que el profesor me había hecho, pero ella estaba muy cansada y en
silencio fui a mi cuarto.
Me saqué la blusa que
llevaba el olor del perfume del profesor, desabroché mi falda y mis zapatos,
solo quería bañarme borrar las manos viejas y ásperas que tocaron todo mi cuerpo,
si alguien me preguntan cuál fue el día más triste de mi vida, yo diría: El día
que mi papá fue asesinado, porque desde ese día vi a mi mamá con tantas preocupaciones,
porque desde ese día comencé a fallar en el colegio al punto de llegar a casa
de mi profesor.
Por varios meses tuve que
soportar su olor, sus ojos que me miraba fijamente, y los besos mojados en mi
pecho y muchas cosas más que recordarlo solo provoca maldecir el día en que
pisé la casa de ese animal. Pero tenía que llegar el día que mi mamá se enteraría
de todo, no me importo que dirían mis amistades de esto, solo quería que ese
hombre este muerto o refundido en la cárcel. Junto a mi mamá fui a denunciarlo,
pero era muy tarde, la policía no logro encontrarlo y ahora era un prófugo.
Al pasar tres años, una
noticia logró que mi vida cambiara por completo, mi mundo se oscureció, las
ganas de matar se incrementaron, el deseo de morir era intenso, recuperar a mi
padre es lo que más quería, yo no merecía esa vida. Ese hombre fue amigo de mi
padre cuando eran jóvenes y vivió enamorado de mi madre, al enterase que ella
se había casado con su amigo, prometió buscarlo y vengarse.
Entonces entendí todo, enfermo
de rencor y venganza abuso de mí y destruyó la felicidad de mi familia. Aquel
hombre era la sombra que siempre nos rondaba y aunque parezca mentira seguirá siéndolo
por muchos años, aun estando en prisión.
Valeria es mi nombre y mi
historia es tinta indeleble por más que lo desee nunca podré borrar las
asquerosas caricias de ese hombre que se decía ser mi profesor y amigo de mi
padre.
Escrito por: Jackeline Aguilar
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