Siglo VIII - XIV d.c. Narra la historia castrense que en tiempos de hambruna y zozobra, el poblado de Maracaibo fue invadido por los bárbaros, quienes obligaban a la gente a comunicarse con Dios, en una prueba de desafiar su voluntad de fe.
“Las
muertes eran incalculables, no había opción de decir alguna palabra en contra
de su deidad”, dice Artur Taylor, arzobispo exiliado de Roma, que falleció por brindar éstas
declaraciones días después a la entrevista. Aunque resulte increíble, la
mayoría de los maracaibinos resultaron ser amantes del ser divino, pese a una
obligación extravagante que fue implantada por la invasión germánica o también
llamados bárbaros.
El
cambio intencionado de la fe religiosa ocasionó a que muchos adoraran a un Dios
benevolente, claro, esto se dio en un contexto de situación crítica. Mucha
gente no comía, no por razones de
creencias- sino más bien-por la escasez de alimentos que eran obviados por el
gobernador Nicolái. La poca experiencia que tenía a su cargo, en Maracaibo, no
le bastó de hacer blanco de las críticas.
Sin
embargo, por cuestiones del azar y el destino, tuvo un sueño extraño, que ni el
mismo logró entenderlo, pese a ser de una personalidad noble, pero a la vez
falaz. Su cambio repercutió en la ideología del
pueblo, pues Nicolái, ya no era el mismo, sino un hombre que decía
llamarse el profeta, un poseedor del don de profecía. Entre sus discursos
vislumbraba, tiempos mejores: abundante comida, expulsar a los invasores y
sobre todo a depositar su confianza en él.
Terminado
el discurso, la gente enmudeció por unos minutos, sin respuesta al insólito
acontecido. Pasado el tiempo, una fuerte bulla explotó entre la muchedumbre,
algunos de ellos rumoreaban lo siguiente: “¿será él, el nuevo Dios de la
tierra?”, “¿cómo puede decir semejante tontería?”, “es sólo cuestión de
esperar, pues con paciencia e inteligencia sabremos lo que este patán quiere
decirnos”.
Efectivamente,
el transcurrir de los años, jamás le dio la contra a los maracaibinos, ya que,
Nicolái cumplió con sus palabras. Era realmente el susodicho. No obstante, lo
era hasta un cierto momento, porque llegó a la ciudad un trovador que comenzó a
desenmascararlo; que entre letras hubo que improvisar la historia para que la
gente lo creyera. Es así como terminó por acabarse el reinado de este profeta,
ofuscado por las divagaciones de las santas escrituras.
Hasta
ahora, las investigaciones han determinado que en verdad existió aquel trovador
que desvirtuó lo acontecido en párrafos anteriores. Los manuscritos encontrados
revelan que la ciudad de Maracaibo, era el principio del fin de una historia,
fantaseada por los sueños del gobernador Nicolái.
Pura
relación con la realidad, se equivoca.*
Escribe: Jhorddy Salinas Carrasco
No hay comentarios:
Publicar un comentario