Estaba yo, parada frente a la ventana observando como caía sin
prisa las gotas de lluvia sobre el asfalto, una tras otra, de forma limpia y sincronizada.
Mi mano acariciaba suavemente el vidrio de mi ventana deseando estar afuera,
pero el grito de mi madre me trago de nuevo a tierra.
¡Leandra! gritaba mi madre con voz tenue y poca fuerza, yo
sabía bien a que refería su llamado, pues era domingo por la noche y tenía que
acostarme para despertar temprano
mañana e ir al colegio como todos los lunes y los cuatro días siguientes.
Ya con la pijama puesta y echada sobre la cama mi madre gira hacia mÍ,
siento sus delicados labios rosando mi mejilla que terminan en un profundo y
tierno beso, se levanta despacio y se
dirige a apagar la bombilla, ella sale sin hacer mucho ruido cerrando
delicadamente la puerta de mi habitación.
Mientras yo aun despierta sin muchos ánimos de dormir empiezo a
contemplar cada milímetro de mi habitación, con ese sobresalto de todas las
noches, mi subconsciente ya espera con
recelo aquel hombre que desde hace dos años y contra mi voluntad, todas las
noches me hace su mujer.
Ese hombre es Frank, mi padre y desde que tengo 14 años dice que dejo
de quererme como su hija y me ve como una mujer, pues esas fueron sus palabras
la primera vez que entró en mi habitación mientras mi madre dormía plácidamente.
Aun recuerdo claramente esa primera vez, y todas sus visitas interrumpiendo mi privacidad, llevándose mi
inocencia en un momento de placer. Es mi padre, lo sé, pero todo ese odio que llevo por exactamente
dos años me carcome por dentro y la idea
de matarlo no aborda mi mente.
Ya lo tengo todo planeado, me levanto muy suavemente de mi cama sin
hacer mucho ruido, me dirijo a la cocina, cojo el cuchillo que horas antes mamá
acaba de afilar y me lo llevo conmigo a mi habitación a la espera que Frank
venga como todas la noches, mientras estoy tapada de pies a cabeza con mi
cubrecamas color rosa pálido siento que él, el monstruo interrumpe en mi cuarto
y abre muy cautelosamente la cerradura sin hacer nada de ruido, tal vez para
que mamá no escuche y él pueda actuar sin remordimientos.
Cuando siento los pasos de Frank caminar hacia mi cama los segundos se
hacen eternos y siento que todo mi cuerpo se tensa en un solo ritmo, no dejo de
pensar en el cuchillo que tengo debajo mi manga y en mi madre durmiendo en la
otra habitación. Ya siento su respiración agitada tan cerca de mí, una mezcla de
asco y odio invade mi cuerpo.
No lo pienso dos veces y
mientras arrastra mi cubrecama para destaparme, yo me inclino hacia él clavándole
directamente el cuchillo en el corazón. Él no grita, no se queja y en silencio
cae sombre mí, siento ese río caliente de sangre roja que invade mi cuerpo y mi
cama, opacando el tono rosa pálido de mi decoración juvenil.
El ambiente de mi cuarto es terrorífico una mezcla de sangre, venganza
y sobre la cama mi padre con un cuchillo atravesando su corazón, el hombre que
me violó, el hombre que yo maté. Mi respiración se contrae y me incorporo a la escena
esperando que alguien mañana temprano se
dé cuenta de lo que paso una noche de domingo.
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